ELLOS son los widgets que impulsan silenciosamente nuestras vidas: baterías de iones de litio. Nuestros teléfonos, computadoras portátiles y cada vez más nuestros automóviles confían en ellos. Ya parecen omnipresentes, pero la verdadera revolución de las baterías aún está por llegar. Solo tome los vehículos eléctricos: en 2019, la cantidad de automóviles eléctricos en las carreteras del mundo fue de poco más de 7 millones, pero se espera que se dispare a unos 200 millones para 2030. Y luego considere nuestras esperanzas de dirigir el futuro con electricidad verde de turbinas eólicas y paneles solares. Eso también dependerá de enormes baterías que puedan almacenar electricidad para cuando se necesite, suavizando los picos y valles de la demanda.
Empresas de todo el mundo están invirtiendo miles de millones en fábricas de baterías para satisfacer la demanda. Pero eso requerirá mucho litio. Tanto, de hecho, que no es obvio si podemos extraer lo suficiente para mantener el ritmo, al menos no sin devastar el medio ambiente aún más. Puede llegar un punto en el que el litio se vuelva demasiado escaso o caro para ser el ingrediente clave de esta revolución.
¿Qué pasaría si pudiéramos fabricar baterías con algo tan común que es casi seguro que lo tengas en tu cocina? Los investigadores han estado trabajando durante años con baterías que no se basan en el litio, sino en su primo químico cercano, el sodio, la mitad del cloruro de sodio o la sal común de mesa. No ha sido fácil. Incluso se podría decir que ha sido una rutina. Pero al fin podríamos encontrar una salida a este cuello de botella del litio. ¿Podrían las baterías del futuro estar hechas de sal?
Para entender cómo un condimento …